Desde una perspectiva de bienestar animal, ¿cuál sería la mejor manera de viajar con nuestros perros en metro o en tren? ¿Es buena idea crear un "vagón perruno" como suelen sugerir algunas personas? Es lo que ya sucede, por ejemplo, en el metro de Madrid pero no así en el de Barcelona donde -igua que en el Cercanías- los canes pueden subir a cualquier coche.
Hemos planteado estas preguntas a Santi Vidal y Eli Hinojosa, educadores caninos de Más que Guau y su respuesta es clara: llenar un vagón de perros es una burrada.
Nos parece de vital importancia tener claras las mejores alternativas, las que realmente tienen en cuenta a los perros y sus necesidades, de cara a presionar a RENFE o a OUIGO o a cualquier Ayuntamiento para que cambien la normativa sobre el acceso de los canes a los transportes públicos.
En mayo 2022 ha sido noticia el viaje que han emprendido decenas de personas con sus perros en Japón, todos juntos en el mismo vagón pero, por una vez, sin que los canes tuvieran que ir en transportín.
Seguro que habrá mucha gente a la que le dará envidia poder ir así pero hay que tener en cuenta un par de detalles: es una experiencia piloto y en este tren japonés solamente admiten a perros de menos de 10Kg, es decir, igual que en España. La única diferencia es que por un día y a modo de prueba han permitido que los canes vayan sin transportín (y todos sobre asientos de plástico, parece...).
Así NO es, por suerte, como se viaja en el resto de Europa, ni el metro ni en tren.
Tanto en Francia como en Alemania o el Reino Unido, por poner tres ejemplos, los perros pueden acompañarte en cualquier vagón o coche del tren o metro sin más.
Van casi siempre con bozal pero en el suelo, al lado de sus humanos, tan panchos. Evidentemente perros de cualquier tamaño y sin ningún problema. Incluso en Ouigo en Francia, como hemos comentado más de una vez, viajan canes de todos los tamaños.
Esta pareja y su caniche han viajado por media Europa y -como no han pasado por España- han terminado su periplo convencidos de que moverse en tren con perro en Europa es estupendamente fácil, comentando que no han encontrado ningún país cuyos trenes no fueran dog friendly... Pues un, dos, tres, responda otra vez: España, cortesía de RENFE y también de OUIGO.
En esencia, la manera en la que se viaja en el resto de Europa:
"Nuestra preferencia es que los perros deberían viajar atados, acompañando a sus humanos y que permanezcan cerca de ellos de pie, sentados o tumbados, sin molestar a nadie.
El bozal debe llevarse, pero no necesariamente puesto, solo ponerlo si algún pasajero no se siente cómodo y prefiere que el perro lo lleve puesto. Esto sería lo mejor para el perro y para el humano."
Porque, como decíamos al principio, en su opinión "llenar el vagón de perros es una burrada estúpida."
Hay alternativas más razonables desde el punto de vista canino y, sin duda, también viables desde el punto de vista humano:
- Un vagón con una ocupación máxima de canes, 6/8 por ejemplo, de manera que haya espacio como para que no tengan problemas.
Y si la ocupación descrita está llena, las personas que viajan con su perro podrían ir a otro coche del tren sin problemas.
En muchos viajes el vagón perruno ni siquiera se llenaría y los pasajeros que no les gustan los perros no tienen porque estar cerca de ellos.
- La opción ideal es establecer vagones “no perrunos” en vez de "vagones perrunos"
A la mayoría de las personas no les molesta la presencia de un perro pero a una minoría sí, pueden tener alergia, miedo, etc.
Entonces, ¿por qué no establecer algunos vagones donde quede garantizado que nunca viajará ningún can? De esa manera se puede contentar a todo el mundo.
Y, añadimos, así además se podrá garantizar mejor que ciertos vagones sean 100% libres de alérgenos.
Desde una perspectiva de bienestar animal, es nuestra responsabilidad trabajar un buen número de cuestiones previamente, con bastante tiempo antes de cualquier viaje, sea en coche, en metro o en tren.
Esto es lo que nos recomiendan los responsables de Más que Guau:
Hay preguntas que debemos formularnos y en función de las respuestas que nos demos, debemos trabajar algunas cosas u otras.
¿Viajo en coche? ¿Qué tal lleva el coche, está habituado o lo pasa mal? ¿Viajo en tren y debe hacerlo en trasportín? ¿Qué tal lleva el trasportín? ¿estuvo alguna vez en una estación de tren? ¿ha visto trenes? ¿está sobrepasado cuando hay aglomeraciones de gente? ¿viajo en metro? ¿estuvo ya en alguna estación y qué tal lo lleva? ¿necesito que lleve puesto el bozal? ¿Está habituado al bozal?
Todo ello debería ser trabajado previo al viaje teniendo en cuenta un consejo clave:
"Cuando exponemos a los perros a experiencias que les sobrepasan, sin que tengan posibilidad de “escapar” de ellas, lo que hacemos es generar un aprendizaje de que esa situación es terrible. Lo peor de las situaciones de miedo en un perro o persona es la percepción de que no puedes hacer nada para salir de esa situación, pudiendo generarse un miedo duradero que puede repetirse cada vez que el perro intuya que la situación va a repetirse."
Los problemas de los perros con frecuencia aparecen porque les colocamos en situaciones excesivas, que no han tenido tiempo de comprender ni naturalizar, y les forzamos a mantenerse en ellas.
Por ello, el consejo no solo con el tema de los viajes, también con cualquier situación nueva que pudiera asustar al perro, debemos diseñar un plan gradual para ir presentándole la situación de forma poco intensa para que pueda darse cuenta de que esa situación no es peligrosa.
Presentarle todas esas variables de golpe y sin posibilidad de escape puede convertirse en una experiencia traumatizante.
Previamente al viaje, deberíamos “fraccionar” todos los estímulos en partes e ir presentándoselas al perro por separado y cada vez que vaya superando cada una de esas partes.
Podemos colocar el trasportín en el salón de casa, sin puerta. No intentar forzarle a entrar, simplemente dejarlo allí y cada día, varias veces ir colocando dentro masticables, chuches y que el perro entre de forma libre.
Cuando está familiarizado y entra sin ningún temor, cerramos la puerta un tiempo corto, con él dentro y algún suculento hueso. Y volvemos a abrir sin dar importancia.
A partir de ahí ir ampliando tiempo con la puerta cerrada.
En paralelo, podemos ir haciendo breves paseos en los alrededores de una estación de tren, en ocasiones entramos dentro, un tiempo breve y nos marchamos. Después de unos pocos días, podemos esperar a que llegue un tren e irnos. Y así le estamos “familiarizando” con esas situaciones.
Después de cada experiencia, intentamos que de forma tranquila el perro disponga de tiempo de procesar lo que ocurrió. Podemos dar un paseo con mucho olfateo o irnos a casa y que descanse.
Igual con el uso del bozal, no debemos convertirlo en algo que asuste al perro, sino en algo que podemos asociar a experiencias positivas.
Si actuamos de la forma descrita, es poco probable que la experiencia sea para el perro traumatizante, más al contrario, puede empezar a disfrutar de viajar con nosotros.
Si no lo hacemos así, es probable que la asombrosa capacidad de adaptación de los perros permita que el error en la forma de presentarle la experiencia del viaje no tenga grandes consecuencias. Pero es mucho más probable que hayamos perdido la oportunidad de hacer bien las cosas y que hayamos generado un problemón. Además del trabajo que puede conllevar tratar ese miedo condicionado al viaje, hemos expuesto al perro a un sufrimiento excesivo que podríamos haber evitado.
No hay problema mejor resuelto que el que no llegó a suceder.
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