Sigue habiendo quien aconseja -cuando llegan fechas particularmente estresantes para los perros como las verbenas de verano- no reforzar el miedo, no acariciar a los perros o darles premios porque eso empeoraría la situación.
Es un error hacer caso a ese presunto consejo, un error que afectará negativamente a tu relación con tu perro.
Como explican etólogos y profesionales del mundo canino de la talla de Patricia McConnell, profesora adjunta de zoología en la Universidad de Wisconsin-Madison y experta en comportamiento animal:
"Es casi imposible “reforzar el miedo”. El miedo es altamente aversivo y, en todo caso, funciona a la inversa".
"Es cierto que puedes hacer que tu perro tenga más miedo del que ya tiene", aclara McConnel. Esto sucedería "haciendo algo tú mismo que lo asuste, obligándole a estar en situaciones que ya lo asustan o teniendo miedo tú mismo. Las emociones son contagiosas, así que si quieres que tu perro tenga miedo a los truenos, ¡ten miedo tú mismo! Pero no vas a hacer que tenga más miedo a las tormentas (o a los petardos) si le acaricias la cabeza y le dices que todo va a estar bien."
El miedo es una emoción, no es un comportamiento, y por tanto no se puede ni fomentar con recompensas ni disminuir a través del castigo. Las emociones se contagian, no se refuerzan.
El ejemplo que ofrece McConnell para que lo entendamos es el siguiente: Pongamos que alguien entra a robar en tu casa por la noche. Tras irse el intruso, un ser querido se sienta contigo en el sofá y te trae algo de beber, te da un abrazo... ¿Ese gesto hará que tengas más miedo si el robo vuelve a suceder la noche siguiente? Pues no, claro que no.
Lo que proponen aquellos que creen que el miedo se refuerza es que tu ser querido, en vez de eso, te dijera algo como: "Entiendo que tengas miedo pero te voy a ignorar porque si no lo hago tendrás más probabilidades de asustarte si esto vuelve a suceder".
En este vídeo lo explica también a la perfección el educador canino Santi Vidal, de Más que Guau: puedes acariciar a tu perro antes, durante y después de una situación estresante.
Nunca en un momento de terror deberíamos dar la espalda a nuestro perro.
Es más, tal y como explica Pia Silvani, está demostrado que los cerebros de los animales tienen una amígdala más grande y una corteza cerebral más pequeña que los humanos. Dado que la amígdala modula la emoción y la corteza rige el pensamiento racional, podemos suponer que los animales sienten emociones en una escala mucho más intensa que nosotros.
Tampoco son capaces de procesar el pensamiento racional de la misma manera que nosotros. Esto significa que, por ejemplo, el perro puede exhibir un miedo extremo a los petardos o a los truenos pero no tendrá la capacidad de calmarse a sí mismo diciéndose (como hacemos las personas) “relájate, es solo ruido, no te puede hacer daño, pronto terminará”.
Por tanto, lo estará pasando peor que nosotros cuando nosotros sentimos miedo.
Usar la comida, el afecto, la distracción, el juego y las palabras dulces con un perro temeroso NO empeorarán su miedo. En el peor de los casos, no afectará la experiencia de miedo del perro. En el mejor de los casos, distraerá a tu can de su miedo y, con suficientes repeticiones, ayudará a que se sienta menos temeroso ante ese estímulo aterrador, concluye otra experta en la materia, Jody Epstein.
Este vídeo de la siempre estupenda Kikopup (de 2012) también explica la misma cuestión, no se puede reforzar el miedo.
PD La foto que encabeza el texto es de Pete Markham
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