Sucede en España, en EEUU, en México y también Australia: sustos o pero aún, muertes caninas totalmente evitables por viajar en avión, porque alguien, en algún punto de ese viaje, trató al perro como si fuera una maleta. Algo debe de cambiar en la forma en la que las líneas aéreas de todo el mundo asumen la responsabilidad de transportar animales porque cada uno de estos casos, tanto los que dan el salto a los medios como los que por la razón que sea no lo hacen, son un absoluto drama y un drama más que evitable. Porque un perro es parte de la familia y no un trasto que se pueda dejar sobre la pista, a pleno sol, como le ha sucedido a Duke, el perro fallecido en Australia en plena ola de calor. Y, por cierto, Chispa, el can perdido por Iberia en Barajas, aún no ha aparecido. Su familia sigue esperando poder encontrarlo.
El 19 de diciembre, poco antes de Navidad, Kay Newman tomó un avión de Qantas de Sydney a Brisbane. Viajaba con su Boxer, Duke.
Era un día de muchísimo calor así que ella dejó toallas mojadas e incluso alguna que otra botella helada, además de agua por supuesto, dentro del transportín de su can.
Le dijeron que el can solamente tendría que estar unos minutos a pie de avión, máximo 10 minutos en la pista, donde no hay sombra. Pero cuando ella fue a embarcar vio que el perro ya estaba allí. Diez, quince minutos pasaron con un calor infernal. Avisó a la tripulación y ellos la tranquilizaron diciendo que el can sería llevado pronto a la bodega. Hubo un retraso y ella estaba desesperada... calcula que el perro estuvo en la pista una hora.
Ante su insistencia y angustia avisaron al capitán: una vez ya embarcados le mandaron un mensaje diciendo que el perro estaba perfectamente.
No sabe cuándo sucedió pero al llegar a Brisbane, Duke estaba muerto. Ella tiene claro que el problema no fue el vuelo, fue todo ese tiempo que dejaron a Duke al sol, algo que para un can braquicéfalo es aún más peligroso.
En pocos días, casi 70.000 personas se han sumado a la petición de Kay Newman para intentar que la línea aérea Quantas cambie sus protocolos al transportar animales, para que pongan medidas de seguridad que eviten muertes como la de Duke y otros perros.
Ella ha agradecido todo el apoyo que ha recibido y, como es lógico, sigue en pie de guerra porque para su absoluto asombro y enfado, ha comprobado que la carta que le ha enviado la línea aérea, disculpándose, es un "copia y pega" de una carta similar enviada a otra persona, un hombre cuyo Bulldog murió en otro vuelo de Qantas a los dos días. Como si no se lo tomaran en serio o estuvieran realmente investigando lo sucedido.
Ninguna disculpa le va a devolver a su perro pero ahora lo que Kay quiere es intentar que nadie más tenga que pasar por esta pesadilla.