La fortaleza del apego y la frecuencia de las interacciones con nuestros perros o gatos pueden ser beneficiosos pero también perjudiciales porque pueden influir en los síntomas de depresión, según un estudio publicado en la revista Human-Animal Interactions.
Lo que los investigadores concluyen, tras haber analizado los datos de más de 1000 adultos en EEUU, es que no todos los vínculos entre personas y animales son positivos; el impacto en la salud mental depende de cómo se establece esa relación.
No es la primera vez que algo así se comprueba pero en este estudio ofrecen otro dato peculiar: las personas que tienen tanto perro como gato reportaron más síntomas depresivos que quienes solo tienen perro o gato.
Elizabeth M. Orlando y Brian N. Chin, los autores de este estudio, han analizado tres factores clave: la fortaleza del vínculo, la seguridad del apego y la frecuencia de las interacciones con el animal. Su objetivo era determinar hasta qué punto estos elementos influyen en la salud mental y, en particular, en la aparición de síntomas depresivos.
Uno de los hallazgos más relevantes es que las personas con una relación de apego ansioso con su perro o gato—caracterizada por una excesiva dependencia emocional y miedo a la separación—tienden a reportar más síntomas depresivos.
¿Qué quiere decir una excesiva dependencia emocional? Cuestiones como que a esa persona le preocupe que su perro (o gato) no le quiera lo suficiente, que se muestre ansiosa cuando el animal no está cerca...
El simple hecho de tener un vínculo fuerte con un perro o gato no mejora automáticamente el bienestar psicológico, según los resultados de este estudio: no es la intensidad de la relación lo que protege contra la depresión, sino la seguridad del apego y el equilibrio emocional de la persona con su animal.
Otro aspecto clave analizado en la investigación es el papel de la frecuencia de las interacciones. Los datos muestran que las personas que pasan más tiempo con su perro, jugando, acariciándolo o simplemente estando cerca de él o ella, tienden a desarrollar una relación más fuerte y segura.
Este hallazgo refuerza la idea de que la calidad del tiempo compartido es fundamental para fortalecer la relación con los animales de familia. Sin embargo, los autores del estudio advierten que esto no implica necesariamente una mejora en la salud mental, ya que la ansiedad de apego puede contrarrestar los posibles beneficios.
La investigación también analizó si el tipo de animal influye en la relación entre el vínculo humano-animal y la salud mental. Los tutores de perros no mostraron diferencias significativas en sus niveles de depresión en comparación con los de gatos.
Sin embargo, el estudio reveló que las personas que convivían con ambos animales (perros y gatos) reportaron más síntomas depresivos que quienes solo tenían uno de ellos.
Este dato sugiere que, aunque los perros pueden fomentar la interacción social y ofrecer apoyo emocional, la convivencia con múltiples especies podría conllevar una mayor carga de responsabilidades, lo que puede afectar el bienestar psicológico.
El estudio de Orlando y Chin ofrece una perspectiva más matizada sobre la relación entre humanos y perros. Tener un vínculo fuerte con un perro puede ser beneficioso, pero solo si la relación no está marcada por una dependencia emocional extrema.
Los autores sugieren que fomentar un apego más seguro con los animales podría ser una vía para reducir la ansiedad y mejorar la salud mental. En este sentido, futuras investigaciones deberán analizar si ciertas estrategias de educación y convivencia pueden ayudar a fortalecer el bienestar tanto de los perros como de las personas con las que viven.
En definitiva, la investigación confirma que los perros pueden ser grandes aliados en el bienestar emocional, pero subraya que no basta con tener un animal de compañía: la clave está en cómo se construye la relación.
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