Érase una vez una camada de pequeños Pit Bulls. Su destino era atroz, querían venderlos para peleas de perros. Pero ellos tuvieron suerte, fueron rescatados y una protectora se ocupó de que esos cachorrotes engordaran y crecieran un poco hasta poder ser adoptados. Entre ellos estaban Keiko y Niko. En ellos se fijó una pareja que buscaba adoptar pero como ya tenían dos perros en casa, solo podían adoptar a uno can más, por restricciones municipales. El bello Keiko fue quien tuvo la suerte de ir a su hogar...
El resto de los Pit Bulls también fueron adoptados. Y así pasó un año. En ese tiempo Keiko recibió cariño y educación, el can estaba en su salsa y en la gloria.
Niko, sin embargo, fue devuelto a la protectora y está claro que ese mismo año él no lo pasó tan bien.
Pero el destino quiso que pudiera ser adoptado por la misma familia que había adoptado a su hermano. No os perdáis el vídeo que han compartido en The Dodo con su historia.
Porque gracias a que ahora están juntos, siempre juntos, Niko ha podido recuperar el tiempo perdido, ha ido perdiendo la timidez y el miedo que tenía por haber pasado su primer año de vida con las personas equivocadas, con gente que claramente no lo quiso, no lo educó y no se ocupó de él.
Estos dos hermanos, ahora inseparables, son un ejemplo de cómo los humanos pueden dañar a los perros. Menos mal que Niko ha tenido y tendrá a la mejor famlia a su lado para seguir disfrutando de la vida todos juntos.
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