Premiar a nuestros canes, sea con chuches, alabanzas o caricias, es algo que hacemos la mayoría de personas perrunas en el día a día y seguro que ellos lo agradecen un montón.
A veces lo hacemos sin más, como muestra de cariño, pero otras puede que tenga un objetivo concreto: enseñar algo nuevo a un perro, tratar de reforzar un comportamiento que nos gusta o, por el contrario, tratar de modificarlo.
Y puede que no sea la mejor estrategia -no por el premio, que el perro se zampará encantado- sino porque las conductas de los canes no son tan simples y en demasiadas ocasiones nos centramos en cambiar un comportamiento concreto que, en realidad, es un síntoma de alguna alteración emocional en nuestro perro.
Desde SrPerro hemos charlado un rato con Carlos Rodríguez, responsable de Positiva - Educación Canina 100% Amablesobre lo que él define como "la superficie de los refuerzos", para entender cuando un premio no sirve para modificar un comportamiento y qué tendríamos que tener en cuenta en esos casos.
¿El perro está pensando lo que está haciendo o es una respuesta emocional? Esta es la pregunta clave que hemos de hacernos siempre. Porque si lo que nuestro perro está haciendo no es una conducta pensada sino una respuesta emocional entonces los premios no van a lograr modificar ese comportamiento.
Se puede entrenar -con premios- una conducta que es pensada: por ejemplo, enseñar a tu perro a que se siente. Ahí sí funciona el refuerzo positivo, tu can entenderá lo que le pides y que cuando lo hace hay un resultado que le gusta, esa chuche o esos mimos.
Pero si un perro ladra al timbre o tira de la correa, por poner otros dos ejemplos, el hecho de darle un premio cuando no tire de la correa o cuando no ladre al timbre no servirá para modificar esa conducta a largo plazo.
Hay multitud de comportamientos que resultan problemáticos a las personas: perros que destruyen cosas en casa, que ladran, que tienen mucha energía, que parecen hiperactivos....
En muchos de estos casos los premios serían inútiles porque se trata de síntomas, dice Carlos, de alteraciones emocionales y que no se pueden solucionar si nos enfocamos en el comportamiento en sí, hay que ir a la raíz para tratarlos individualmente.
Podéis escuchar toda la charla con Carlos Rodríguez a continuación, porque hemos hablado de muchas cosas más, todas ellas igual de útiles e interesantes:
En la mayoría de casos lo que está tras todas estas conductas es el estrés.
Miedo, dolor, rutinas inadecuadas, exceso de ejercicio, situaciones constantes que superen al perro, necesidades no cubiertas.... Hay incontables razones por las que los canes tienen unos niveles de estrés muy elevados.
En el día a día los perros, igual que las personas, se enfrentan a situaciones que les generan picos de estrés que pueden ser pequeños o grandes. Esto es normal. El problema viene si no tienen tiempo para procesarlo y recuperarse. Y sobre todo el problema puede ser que con frecuencia las personas ni siquiera somos conscientes de las situaciones que pueden generarles estrés a nuestros canes.
Todo ese estrés se va sumando, se va acumulando en el organismo del perro... Y ahí surgen esas conductas problemáticas, esos síntomas que no pueden solucionarse mediante el adiestramiento sino bajando los niveles de estrés.
Carlos ofrece un ejemplo: el perro que destroza cosas en casa. ¿Vamos a solucionarlo si le damos salchichas o mimos cuando está tranquilo? Es improbable: para ese can destrozar el sofá no es una conducta pensada, es una alteración emocional y esto es lo que hay que analizar y tratar para ver cuál es la raíz del problema.
El consejo final de Carlos Rodríguez es claro: "Atended las emociones de vuestros perros. Si tiene miedo, si está excitado, si lo está pasando mal... tenéis que estar ahí a su lado. ¡No vais a reforzar que haga eso más!
Lo que sí que puede aprender el perro es que cuando no está bien, su humano preferido no le va a atender, y eso no es un aprendizaje que nos guste mucho, ¿o no?"
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