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¿Relaciones de dominancia entre perros y sus tutores? Los etólogos españoles aclaran conceptos y ofrecen consejos

¿Relaciones de dominancia entre perros y sus tutores? Los etólogos españoles aclaran conceptos y ofrecen consejos

Última actualización del articulo el día 25/10/2023

En parques caninos y charlas entre personas con perro sigue siendo demasiado frecuente escuchar todo tipo de frases y consejos variados ante la "dominancia" de algún perro ahí presente. En la mayoría de ocasiones esos consejos no tienen ninguna base científica y podrían resultar hasta peligrosos para el bienestar de los canes y para el vínculo con su familia.

Por eso nos parece importante compartir el posicionamiento oficial de los etólogos españoles al respecto, del GEMCA, el Grupo de Especialidad en Medicina del Comportamiento Animal de AVEPA que reune a los principales profesionales del sector.

La popularización de la “teoría de la dominancia” y el uso extensivo de términos como “macho alfa” para explicar los problemas de agresividad de los perros hacia otros canes o hacia personas, y justificar así determinadas técnicas de adiestramiento abusivas hace necesario aclarar de manera rigurosa el concepto de dominancia y jerarquía y su potencial validez y relevancia en la especie canina, explican desde el GEMCA.

El objetivo de su posicionamiento oficial es evitar la perpetuación de ideas obsoletas o equivocadas que pueden ir en detrimento del bienestar de los perros y de la calidad del vínculo con sus propietarios.

 

En la web de GEMCA podéis leer su posicionamiento completo sobre la dominancia, aquí os resumimos los puntos principales.

Comenzamos por sus consejos para personas con perro, pautas esenciales para cualquiera que se plantee compartir su vida con un can, para intentar evitar o saber como abordar posibles problemas de agresividad canina, algo que no es -aunque se confunda con frecuencia- sinónimo de dominancia.

  1. En el caso de adoptar un cachorro, hacerlo después de las 8 semanas de vida, evitando un destete precoz, siempre que las condiciones en las que se encuentre hasta ese momento sean las adecuadas.
  2. Una vez adoptado, permitir una socialización adecuada del cachorro tanto con miembros de su especie como con personas (niños y adultos), lo que implica una exposición progresiva y asociada a un estado emocional positivo a estos estímulos.
  3. Saber reconocer y satisfacer adecuadamente las necesidades físicas, afectivas y mentales de cada individuo en particular.
  4. No molestar a los perros mientras comen o descansan, ni forzar los contactos (caricias), especialmente en animales miedosos, aprendiendo a reconocer las señales corporales y comportamiento que los perros emiten para comunicar su deseo de no interaccionar.
  5. Establecer un vínculo sano con el perro a través del afecto, el juego y las actividades al aire libre, constituyendo para él una referencia de calma y seguridad.
  6. Tener paciencia para enseñar al perro a adaptarse a nuestras normas de convivencia y ser consistentes en su educación, no variando arbitrariamente los límites establecidos.
  7. En el caso de querer adiestrar al perro en obediencia básica u otras disciplinas o habilidades, buscar profesionales que trabaje exclusivamente mediante técnicas de refuerzo positivo y descartar a aquellos que basan su filosofía de trabajo en el uso de la fuerza o herramientas como collares de ahogo o eléctricos.
  8. No usar la fuerza ni los gritos para corregir los comportamientos indeseados, incluidas las señales de agresividad.
  9. Asegurar los cuidados veterinarios necesarios, y tratar cualquier enfermedad, incluyendo especialmente los procesos que cursan con dolor o malestar crónico.
  10. Contactar con un veterinario especialista en Medicina del comportamiento (etólogo clínico) cuando aparezca un problema de agresividad para que realice un abordaje integral del mismo teniendo en cuenta no solo el comportamiento problemático sino también la salud física.

 

La dominancia, la jerarquía y la agresividad

El concepto clásico de dominancia se refiere a la relación de dominancia-subordinación a largo plazo (estable) entre dos individuos. Para hablar de relaciones de dominancia entre dos individuos tiene que existir una asimetría conductual entre ellos, bien en el acceso prioritario a los recursos o en la manifestación unidireccional de ciertos comportamientos y posturas de un individuo hacia el otro en ausencia de conflicto o competición.

Existen diferentes tipos de dominancia (agonística, formal y habilidad competitiva) porque las relaciones sociales son complejas y difieren tanto entre especies como entre grupos de una misma especie. Aún así, todas tienen el objetivo de evitar o disminuir la escalada de los conflictos en el grupo, explican desde el GEMCA.

El sumatorio de todas las relaciones de dominancia que se observan en un grupo social es lo que se define como jerarquía y, el rango, es la posición que cada animal ocupa en esa jerarquía.

Desde el GEMCA vuelven a hacer hincapié en que en etología la dominancia es un concepto descriptivo que "atañe a una cualidad de la relación entre dos individuos (dominante y subordinado), y no a las características o rasgos de un solo individuo."

Es por ello que no se puede asumir que un individuo de alto rango en un grupo social lo sea en otro grupo diferente. Asimismo, la dominancia no implica un “deseo” de ser dominante dentro de un grupo social. 

Esta definición etológica confronta con el debatido concepto de dominancia tanto en personas como en perros donde sería considerada como un rasgo de personalidad que describe la predisposición de un individuo a ejercer el control al relacionarse con otros.  

La dominancia no es equivalente a agresividad, otro punto que suele confundirse con frecuencia.

Diversos estudios basados en la observación y registro de posturas y comportamientos de dominancia-sumisión en grupos estables o semi-estables de perros de vida libre, perros criados en recintos cerrados y perros (castrados) en guarderías caninas, han hallado la existencia de una jerarquía de dominancia lineal, principalmente basada en la sumisión formal (por ejemplo, lamer los labios del otro) y demostración de comportamientos afiliativos (clásicamente catalogados como sumisión activa) de los perros de menor rango hacia los de mayor rango.

En todos ellos, la edad se correlacionó con el rango social, siendo los animales más mayores los que ocupaban posiciones más altas y, en el caso de los perros de vida libre, los líderes en la conducción del grupo durante sus desplazamientos.

Asimismo, todos los estudios coincidieron en señalar que los episodios de agresividad fueron muy poco frecuentes, de carácter leve y marcadamente ritualizados.

¿Relaciones de dominancia entre perros y sus tutores?

Si la aplicabilidad del concepto de dominancia y jerarquía a las relaciones entre perros ha sido y es objeto de debate, su validez y relevancia en el ámbito de las relaciones con las personas es algo todavía más cuestionado, recalcan los etólogos del GEMCA.

Entendiendo estos conceptos y su origen desde el punto de vista etológico y evolutivo, numerosos especialistas en Medicina del Comportamiento consideran carente de rigor científico aplicar estos principios organizadores a las relaciones sociales de los perros con sus propietarios. Se ha hipotetizado que este lenguaje “compartido” entre humanos y perros, unido al control de todos los recursos relevantes para los perros por parte de las personas, establecería naturalmente a estos en un estado de subordinación total (Wynne 2021).

Un creciente número de estudios plantea que los perros formarían vínculos de apego (más que relaciones de sumisión) hacia sus propietarios, que constituirían una figura de referencia (más que de dominancia).

Como en todo grupo social, es posible que surjan conflictos, donde el perro manifieste agresividad hacia las personas, especialmente en el ámbito familiar. La incorrecta y sesgada aplicación del concepto de dominancia en la interpretación de esta situación, derivó hace años en su catalogación como “agresividad por dominancia”, según la cual los perros responderían de forma agresiva hacia sus propietarios con el fin de defender su supuesto estatus social en la familia o la posesión de un recurso, como la comida o el lugar de descanso.

En la extensa mayoría de casos, aclaran los etólogos españoles, el problema de agresividad hacia la familia no se trataría de un conflicto jerárquico, sino que estaría relacionado con la protección (control) de recursos valiosos o la defensa frente a manipulaciones percibidas como amenazantes para el perro, donde la dificultad del animal para predecir lo que va acontecer, el aprendizaje y el miedo, especialmente si hay castigos excesivos, jugarían un papel determinante.

A estos factores se debe sumar la posible contribución de enfermedades orgánicas, especialmente aquellas ligadas a dolor o malestar o de alteraciones a nivel neurobioquímico.

Podéis consultar el texto completo así como las fuentes de los estudios, etc. en la web del GEMCA.

 

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