¿Cuándo y cómo se produjo la domesticación de los perros? Esta pregunta sin respuesta clara es algo así como la búsqueda del Santo Grial en el ámbito de la ciencia canina. Las fechas varían, los descubrimientos se suceden -como, por ejemplo, el reciente estudio que demuestra que uno de los perros domésticos más antiguos vivió en el País Vasco, hace 17.000 años- pero lo que nadie pone en duda es que nuestros canes descienden del lobo gris.
Hay estudios que han demostrado que incluso si son criados de la misma manera, los perros son más sociables que los lobos: prestan más atención a los humanos, siguen nuestros gestos y nuestras órdenes con mayor facilidad.
Y también se ha detectado otra clave importante, una clave genética que podría explicar el porqué de esa sociabilidad. Resulta que los perros tienen algo en común con las personas que sufren el Síndrome de Williams, también conocido como síndrome de Williams-Beuren o 7: se trata,según la Wikipedia, de un trastorno genético poco común causado por una pérdida de material genético en el cromosoma 7. Uno de los efectos del Síndrome Williams es la sociabilidad extrema: estas personas son inusualmente alegres y amistosas, incluso con desconocidos.
Los perros más sociables tienen una mutación genética parecida a esas personas: la interrupción en un gen de una proteína llamada GIF21, que regula la actividad de otros genes, es la asociada a los perros más sociales y amistosos.
Una relativa falta de cambios en ese gen parece conducir a un comportamiento distante, parecido a un lobo.
La hipótesis de Bridgett VonHoldt, responsable del estudio, es que la hipersociabilidad es un elemento central de la domesticación que distingue a los perros de los lobos.
Esa mutación genética, que ella llama "la mutación amistosa", es la que predispuso a ciertos lobos a acercarse a las personas, la misma que predispone ahora a los perros a querernos.
Es una teoría que viene a corroborar lo que otro conocido científico canino, Brian Hare, llama "la supervivencia de los amistosos".