Un estudio pionero realizado por la organización británica Medical Detection Dogs, en colaboración con investigadores de Davies Veterinary Specialists, ha demostrado que los perros pueden detectar eficazmente el cáncer en sus congéneres mediante el olfato.
Es un hallazgo importante por varias razones, la primera porque utilizar este método sería un avance en el bienestar animal: la detección no invasiva de enfermedades caninas,apoyándose en perros entrenados, eliminaría el estrés de los canes que han de someterse a todo tipo de pruebas clínicas. Y, además, significaría la posibilidad de detectar mucho antes las dolencias y comenzar antes el tratamiento, algo imprescindible en el caso del cáncer.
Los perros tienen un sentido del olfato extraordinariamente desarrollado, capaz de detectar compuestos químicos en concentraciones diminutas. Este talento natural se ha estudiado previamente en la detección de enfermedades humanas, como el cáncer de vejiga y próstata. Y ahora, por primera vez, se ha validado al identificar cánceres en otros perros.
El estudio se centró en el carcinoma urotelial (UC), una forma agresiva de cáncer de vejiga que representa aproximadamente el 2% de los cánceres caninos reportados.
Detectar este cáncer puede ser difícil debido a que sus síntomas iniciales se confunden con problemas urinarios comunes, como infecciones. Actualmente, para el diagnóstico definitivo, se necesita la histopatología de una muestra de biopsia, que es invasiva, costosa y aumenta el tiempo necesario para obtener los resultados finales, lo que puede retrasar el inicio del tratamiento.
Para este experimento, tres perros previamente entrenados para identificar cánceres humanos fueron entrenados de nuevo para reconocer el UC canino en muestras de orina.
Los resultados son impresionantes:
Claire Guest, directora ejecutiva de Medical Detection Dogs, tiene claro que este enfoque no solo es efectivo, sino también mucho menos invasivo para los animales. Es un avance que podría mejorar el bienestar animal y ofrecer acceso a un tratamiento temprano.
Aunque el éxito de este estudio es prometedor, sus responsables recomiendan replicarlo con muestras más amplias para confirmar la eficacia y viabilidad de este método en entornos clínicos.
Se plantearían entonces un abanico de posibilidades para la medicina veterinaria: los programas de detección canina podrían integrarse en prácticas veterinarias para identificar no solo el UC, sino también otros tipos de cáncer y enfermedades en fases tempranas. Esto sería particularmente útil en razas con predisposición genética a ciertos tipos de cáncer.
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