Hace poco compartimos la historia de un cachorrote que tuvo la suerte de ser rescatado, un perro de esos que algunos consideran que "no merecen la pena",porque tienen algún problema físico, porque están enfermos o viejitos, porque requieren mucho trabajo para ser rehabilitados o alguna costosa operación, perros con necesidades especiales... Entonces Fran nos dejó un comentario sobre su perro, sobre su Galgo, Ulises, porque a él también lo habían descartado como si no mereciera la pena...
Pero Ulises, tras una odisea particular, no solo fue rescatado sino que logró unir a todo un barrio y encontró la mejor familia, la que es para siempre.
Le pedimos a Fran que nos contara más sobre Ulises y él aceptó. Esta es la historia de Ulises, un Galgo de los que merece la pena, escrita por su humano, por Fran Bermejo:
"Cuando conocimos a Ulises, con nosotros ya vivía Dohko, un perrete que había sido recogido de las calles de Jumilla en 2008 (R. Murcia) y cuya foto nos llegó por medio de una amiga veterinaria. Estaban montando una protectora, no tenían todavía un refugio, pero ya estaban recogiendo animales de las calles y acogiéndolos en casas particulares.
No sorprenderá si os decimos que fue ver la foto y enamorarnos de él. Le calcularon unos cinco meses, preparamos el nido —si se nos permite el símil— y se vino con nosotros a casa.
A los dos días nos dejó ver el que ha sido su rasgo más identificativo y por el que lo conocen vecinos y vecinas de nuestro barrio: empezó a reírse.Sí, nos sacó los dientes mientras jugaba con nosotros. Al principio nos preguntamos por qué lo hacía, si sería agresivo, si eran ganas de morder, pero nos dimos cuenta de que lo hacía cuando estaba relajado, alegre, juguetón. Nuestra amiga veterinaria nos lo confirmó: hay perros que se ríen. Y Dohko lo hace mucho: cuando nos despertamos, cuando viene a alguna visita a casa, cuando paseamos por la calle y ve a... cualquier persona. Literalmente. Quiere saludar a todo el mundo y, si hay contacto visual, se ríe. Si oye hablar fuerte, se ríe.
Feliz día internacional de la risa
Posted by Fran Bermejo on Sunday, May 2, 2021
Si oye risas, se ríe. Si no lo conocen tenemos que explicarlo: «No, no va a morder… Se está riendo… Sí, hay perros que se ríen… De verdad…» Si se lo creen, que no siempre sucede, le dicen más cosas para que se ría aun más. Y esa persona suele continuar su camino un poco más contenta —es un superpoder que tiene Dohko—.
Así pasamos algo más de tres años. Y, como también os habrá pasado a muchas y muchos, conocimos a una nueva pandilla perruna, con gente y perros maravillosos. En esta pandilla estaba Lorena, dueña de dos galgas. Todavía no era tan frecuente tener un galgo y, si a día de hoy llama la atención, imaginaos hace trece años. Os hablo de Lorena porque aquí es donde empieza la historia de Ulises.
Lorena, de vez en cuando y junto a una amiga, acogía a perros en su casa, generalmente galgos. Los sacaba de perreras, los recogía de las calles, o trabajaba junto a protectoras. El caso es que solía tener algún perro de acogida por lo que era normal verla con Greta y Vira, sus dos galgas, y con un tercero. Se esforzaba en encontrarles un hogar definitivo y que fueran felices.
Un día de finales de 2011 se presentó con un galgo flacucho, desgarbado y cojo. A ver: la pata delantera izquierda estaba rota y había que operarla; y la pata izquierda trasera pues estaba torcida.No sabemos lo que le pudo pasar, aunque creemos que quizá fuera un atropello, que hizo se le rompiera la pata por varios sitios y soldaran sus huesos como buenamente pudieron dejándole, además, problemas en le piel donde se tuvo que producir el impacto.
Era triste verlo así, aunque más triste era su historia, al menos la que sabemos. Antes de la perrera no conocemos nada de su vida. Pero sí que supimos, gracias a Lorena, que una asociación fue a sacar galgos de la perrera en la que se encontraba Ulises y a él se lo dejaron. Los motivos: era difícilmente adoptable. Lo descartaron.Era un tullido al que habría que operar y que siempre tendría una pata torcida. Y encima, habría que hacer un desembolso de dinero nada más llevárselo.
Cuando Lorena y su amiga se enteraron no lo pudieron resistir. No lo querían dejar atrás y fueron a por él. En la cartilla su primer nombre fue Canijo, aunque nosotros ya lo conocimos como Ulises y, sabiendo cuál fue su Odisea, siempre hemos creído que es el mejor nombre que le pudieron poner.
Una cosa bonita que recuerdo de los primeros días de conocerlo es que se organizó una colecta entre los conocidos perrunos del barrio para sufragar los gastos de la operación de Ulises. Era una época de crisis y cada uno pusimos lo que pudimos.
El caso es que lo estuvimos viendo durante unas semanas, todos los días, con su pata recién operada y la otra torcida. Y también vimos como, poco a poco, recuperaba la alegría.
Hizo buenas migas con el resto de la pandilla y fue ganándose nuestros corazones hasta que, un día, decidimos que Ulises había llegado a Itaca y se quedaba con nosotros. Ya había tenido suficiente Odisea, se merecía un sofá y un descanso. Así, un 1 de enero de 2012 empezamos el año con un nuevo miembro en nuestra familia. Ese perro retorcido y difícilmente adoptable tenía su hogar.
Ahora Dohko y Ulises son dos adorables viejitos. Y siguen mereciendo la pena.
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