Hay muchas razones por las que las muy populares correas flexi no son nada recomendables: aunque dan la impresión de ofrecer más libertad a los perros y a sus tutores, la falta real de control hace que puedan generar problemas y accidentes de diversa índole con cierta facilidad.
Los tirones repentinos pueden causar daños físicos al can y, además, pueden incentivar que el perro esté tirando constantemente porque es lo que esta correa le enseña. Si la cinta está demasiado desplegada la posibilidad de que sucedan tropiezos o, peor, accidentes más o menos graves es considerable.
Y sí, pueden causar daños también a las personas y no solo porque alguien se tropiece y se caiga.
En este reportaje muestran dos casos graves: una mujer ha quedado ciega en un ojo porque su perro salió corriendo tras un conejo y la correa se rompió. Otra mujer perdió un dedo porque su perro salió disparado tras otro can.
No son incidentes aislados, las "historias de terror" entorno a las flexi son demasiado comunes y afectan tanto a quien las usa como a sus perros y a otras personas. De ahí que muchos veterinarios y también educadores caninos las desaconsejen.
Otro accidente que puede acabar en tragedia es cuando, por descuido, una de estas correas se engancha con la puerta de un ascensor. Aquí la presencia de un vecino evitó que este incidente terminara muy mal para el pobre pomerania.
Y sí, algunos accidentes ocurren con cualquier correa, extensible o no, pero el mecanismo de las flexi hace que sean más peligrosas.
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