Como suele decirse, la realidad supera a la ficción con cierta frecuencia: si nos contaran esta historia en una peli seguro que no nos la creeríamos. En el guión hay momentos dramáticos, una gran amistad, giros inesperados para mantener la tensión. Y un final, contra todo pronóstico, feliz.
Érase una vez dos perros, Abby Riley y Otto, que eran muy, muy amigos. Ambos vivían en la calle, malvivían más bien, pero siempre juntos. Entonces fueron rescatados y entraron en una protectora: ahí no sabían de su amistad y los dos canes fueron separados.
Cada noche Abby se escapaba y la encontraban por la mañana junto a la jaula de Otto.
Aún así, su amistad lo tenía complicado para sobrevivir. Es muy difícil que dos perros sean adoptados juntos y en este caso, además, había un handicap adicional: Abby tenía algunos problemas de miedos y socialización que debía resolver antes de que pudieran tratar de encontrar una familia para ella.
Otto, en cambio, estaba listo para formar parte de alguna familia y él fue adoptado mientras Abby trabajaba con los educadores caninos.
Ella regresó a la protectora y pronto también encontró un hogar, otro diferente al de Otto, claro.
Y aquí es cuando se produjo el inesperado milagro: la familia de Abby volvió a contactar con la protectora: habían decidido adoptar a otro perro... En ese momento, la fuerza del destino que decía Mecano, las personas que habían adoptado a Otto avisaron a la protectora, no podían quedarse con el can.
Sí... el mejor amigo de Abby volvía a buscar un hogar.
En este vídeo -donde nos cuentan toda la historia que os acabamos de explicar- podréis ver la reunión entre los dos amigos.
Es un spoiler pero seguro que os lo imagináis: ¡fue un verdadero éxito! Ahora por fin Abby Riley y Otto pueden vivir juntos, formando parte de la misma familia.
¿Y qué tal les va a ambos en su nuevo hogar? ¿Adaptados? Pues... puede decirse que sí :-)
Tienen un facebook en el que sus humanos van compartiendo las novedades sobre esta fabulosa pareja.