Chaser ha aprendido a interactuar con los humanos a través del refuerzo positivo, del refuerzo del juego, y se lo pasa en grande mientras nos deja a todos con la boca abierta por las cosas que es capaz de hacer.
Le gusta perseguir todo lo que se mueve y gracias a su energía sus humanos, el Dr. John W. Pilley -profesor de psicología que lleva años trabajando con canes- y su mujer, descubrieron que para Chaser el mejor premio era el juego. Y así han enseñado a Chaser a buscar y a aprender.
Yo sé, por ejemplo, que Colega distingue -cuando quiere...- entre palo, pelota y piña. Pero resulta que Chaser puede distinguir entre palo pequeño, palo mediano, palo más grande y trae otro palo. ¡Es una fiera!
La experiencia con Chaser podría servir como guía para entender, incluso, cómo los niños pequeños van aprendiendo a hablar.
También han publicado un libro en el que explican el proceso por el cual esta perra ha sido capaz de aprender más de 1000 palabras, de identificar objetos que nunca había visto -discriminando por los que ya conocía- demostrando así la capacidad innata de los canes para discurrir.
La idea es que cualquiera podría enseñar a a su can a entender tanto como Chaser...
Es una vuelta de tuerca adicional sobre la inteligencia de los perros pero, sobre todo, un refelejo de lo que puede ser la relación entre humanos y canes.
Aquí podéis ver dos reportajes sobre Chaser y sus familia.