Walter fue adoptado siendo un cachorrote, lo habían abandonado y estaba enfermo. Aún así, tuvo mucha suerte al encontrar a su nueva familia, está claro que adoran a este grandullón de personalidad extra pachorra y al mismo tiempo arrolladora.
A Walter le gusta observar, como podréis comprobar si entráis un momentito en su instagram. Walter mira y mira, de reojo, de frente, sin pestañear...
Nada que ver con esos perros que ponen ojitos un momento y luego pasan a otra cosa, lo de Walter está en otra liga. Él ha perfeccionado el arte de la mirada perruna constante.
Parece que mire como si estuviera juzgando a todos los que le rodean, como si conociera sus peores secretos o más bien como si la misión de Walter en la vida fuera controlar que todos se comportan como deben.
Y luego... pues reparte unos besos gigantes o, con cierta frecuencia, se pega una buena siesta.
Un grandullón realmente singular o, como dice su familia, un abuelo gruñón escondido en el cuerpazo de un perro.
No os perdáis a Walter de chico, ¿se puede ser más zampable?
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